MOLINOS DE AYER, PATRIMONIO DE HOY
Enrique Castaño Perea. Director Escuela de Arquitectura. Universida de Alcalá
Luis Azurmendi Pérez. Presidente de la Asociación para la Conservación y Estudio de los Molinos (ACEM)
A veces el estudio y comprensión de las arquitecturas e ingenierías tradicionales, lejos de las obras monumentales, explican con mayor claridad la vida cotidiana de los pueblos, su evolución y nuestra propia razón de ser.
Son arquitecturas muy vinculadas a los lugares y territorios donde se asientan. Más allá de ser un refugio frente a una naturaleza hostil, se adaptan a ella y la dominan y aprovechan sus energías naturales para obtener los recursos que faciliten la subsistencia y el desarrollo.
Estamos hablando de forma genérica de molinos, pero con mayor alcance nos acercaremos a diferentes artificios y arquitecturas vinculados a la fuerza de los ríos y los mares, como son los molinos hidráulicos, las ferrerías y los batanes, o bien a la fuerza de los vientos, como son los molinos de viento, o a la fuerza humana o animal, como son los molinos llamados de “sangre”.
Desde épocas lejanas, cuando el hombre comienza a fijar su actividad en un lugar, cuando aprende a medir el tiempo y los ciclos de las estaciones y observa la evolución de la naturaleza, es cuando aprende a cultivar la tierra para conseguir su propia alimentación. Aquella primitiva cosecha de cereal, el trigo, debe adaptarse para la alimentación y surge la necesidad de “molerlo”, si bien, al principio, de forma precaria y forzada con el roce de dos piedras.
Luego aprenderá a utilizar las fuerzas de la naturaleza para sustituir su propio esfuerzo e inventará los ingenios hidráulicos, la rueda hidráulica, que a través de los tiempos ira generando multitud de artificios o ingenios que ya no solo servirán para la alimentación, sino que se utilizarán para irrigar los campos con las norias, fabricar la ropa con los batanes, o la fabricación del hierro para desarrollar instrumentos para trabajar la tierra o armas para guerrear, en las sierras de los astilleros o los pisones para obtener pólvora y tantos otros.
El estudio de la evolución de las diferentes técnicas utilizadas por un pueblo determinado nos demostrará que no se trata de una evolución lineal, sino que a veces sufre interferencias en los encuentros con otros pueblos incluso fusiones amalgamas y mestizajes que generan nuevos artificios que aceleran la evolución técnica.
Esta incipiente época preindustrial, que Lewis Mumford denominó paleotécnica, caracterizada por la utilización de la madera, el agua y las energías tradicionales, era la base productiva que se fue desarrollando hasta el siglo XVIII, cuando la aparición de nuevas formas de energía fueron relegando las tradicionales hasta caer en desuso.
Rescatar del olvido aquellas técnicas nos va a permitir comprender aquel entramado entre las actividades del hombre y sus máquinas y la naturaleza. Ese rescate es una tarea fundamental para conocer nuestra propia razón de ser.
Y esa es la pretensión de estos Congresos de Molinología: recrear la memoria de aquellas relaciones, conocer los instrumentos y los ingenios y su acción sobre la transformación de la naturaleza.
Pero el olvido, la ruina o la desaparición, hace difícil restaurar aquellas, a veces, imaginadas instalaciones. En pocas ocasiones encontraremos con tanta claridad la necesidad de colaboración de la arquitectura, la ingeniería, la arqueología y las ciencias sociales y las naturales para poder obtener resultados esclarecedores. Es más: esa simbiosis entre máquinas, naturaleza y hombre, ha dejado su huella en el territorio en forma de paisaje cultural, que deberá analizarse con nuevas disciplinas.
Pero si la huella territorial es perceptible, la sociedad también quedó impregnada del transcurrir cotidiano que se fue transmitiendo de generación en generación y que constituye el patrimonio inmaterial que se ha conservado hasta nosotros y que aún permanece en múltiples expresiones populares como la música y las artes.
El reto, ahora, es recuperar aquel patrimonio en las mejores condiciones posibles y conservarlo para conocimiento de las siguientes generaciones.