La actual situación de pandemia ha modificado la dinámica social, disminuyendo la interacción física y aumentando una mayor conexión virtual al mundo en el que vivimos. A remolque de estos cambios, se ha incrementado también el uso delictivo de la red, donde los cibercriminales han mejorado su marco de actuación y multiplicado sus beneficios.
En este entorno, la mejora de la coordinación entre países es fundamental en la lucha contra delitos que no entienden de fronteras. Las organizaciones policiales y judiciales internacionales, han potenciado sus redes y mejorado los instrumentos a los que los investigadores y expertos forenses pueden acudir para mejorar su actuación policial.
Por otro lado, el cambiante mundo de la telefonía móvil, va de la mano de la mejora en la seguridad implementada por los desarrolladores de software y hardware de estos dispositivos. Es fundamental la prospectiva en el conocimiento de uno de los aspectos más importantes de su seguridad; el cifrado de la información que contienen. En esta misma vía, también es importante afrontar retos en el análisis forense de nuevos tipos de evidencias digitales, como son los vehículos y sus sistemas electrónicos de funcionamiento y entretenimiento, todo ello sin dejar de lado otros ilícitos ya consolidados tecnológicamente, mejorando los procedimientos de investigación forense para incrementar la eficacia en su persecución.
Como colofón, es fundamental que cualquier persona implicada en la prevención y persecución de delitos, tenga una base formativa mínima que permita abordar, desde una primera respuesta ante su comisión, hasta una investigación especializada del delito tecnológico. Dentro de esta formación, entra la gestión de las evidencias y la cadena de custodia que permite que cualquier evidencia digital pueda ser incorporada a las causas judiciales con todas las garantías.